sábado, 2 de agosto de 2014

Los idiomas íntimos de Borges


“No sé qué runas habrá marcado el hierro en la piedra”, le hace decir Jorge Luis Borges al mercenario Hengist Cyning, en referencia al epitafio que hizo inscribir en su tumba un rey. Lo mismo podría decir el escritor respecto de las frases en anglosajón y escandinavo antiguo que María Kodama mandó a tallar en su lápida para expresar su amor por él, y el de él por estas lenguas.

La lápida de la tumba de Jorge Luis Borges en el cementerio Plain Palais de Ginebra (que María Kodama diseñó y mandó a tallar al escultor argentino Eduardo Longato) tiene una inscripción en anglosajón en el frente y otra en escandinavo antiguo en la cara posterior (esta última, extraída de la “Volsunga saga”, escrita en el siglo XIII y que el padre del escritor le regalara traducida en 1910 (su primer contacto con la literatura germánica medieval)).
A fines de la década del veinte, principios de la del treinta, Borges se abocó al estudio de las kenningar (metáforas) sajonas y escandinavas, atraído por la extraña tendencia de quienes las escribieron “de usar en lo posible metáforas en vez de sustantivos sencillos, y que esas metáforas fueran al mismo tiempo tradicionales y arbitrarias.(…) Las sajonas no son particularmente ingeniosas: llamar a un barco “padrillo del mar” y al mar abierto “el camino de la ballena” no es una gran proeza. Pero los escandinavos dieron un paso más y llamaron al mar “el camino del padrillo del mar”. Entonces lo que originariamente era una imagen se convirtió en una laboriosa ecuación”.
Cuando la ceguera progresiva que aquejaba al escritor desde su nacimiento le impidió continuar leyendo y escribiendo, se dijo: “Debo crear el futuro, lo que sucede al mundo visible que, de hecho, he perdido. Recordé unos libros que estaban en casa. Eran el Anglo-Saxon Reader de Sweet y la Crónica anglosajona (escritos en inglés antiguo). Los dos tenían glosario”. Una mañana se reunió en su despacho de director de la Biblioteca Nacional con algunas alumnas de su cátedra de literatura inglesa e iniciaron la lectura del segundo de esos libros. Allí encontraron una frase y dos palabras (Romeburg por Roma y Mar de los Vándalos por el mar Mediterráneo) que le despertaron el amor por ese idioma
A través de la lectura, aquellas voces (aquella lengua), disecadas en el silencio de las páginas, volvieron a hablar. Eran las mismas voces, la misma lengua que habían hablado muchos de sus antepasados (“Es probable que sea una superstición romántica –se sincera Borges-, pero el hecho de que los Haslam (Frances Haslam era el nombre de su abuela materna inglesa) vivieran en Northumbria y Mercia me liga a un pasado sajón y quizá danés”).
Georgie y sus alumnas continuaron leyendo. Ante sus ojos se sucedieron textos en prosa escritos por reyes, guerreros y sacerdotes (que tenían algo extraordinariamente ingenuo) y poemas épicos; todos en un inglés puramente germánico (salvo algunas pocas palabras latinas) que al principio le parecía formas torpes del inglés o del alemán, pero que después terminó sintiendo como propio. El paso al estudio del escandinavo antiguo (la misma lengua que se habla actualmente en Islandia) se dio, seguramente –además de por su estrecha vinculación idiomática con el anglosajón-, por la atracción que ejercía en Borges la mayor riqueza de la literatura escandinava.
“Pensemos en países pobres como los escandinavos –nos propone el escritor– y pensemos que gente de esos países descubrió América, llegó a Bizancio, fundó reinos en Inglaterra, en Irlanda, en Normandía y escribió en Islandia una gran literatura. Es decir, la cultura germánica llegó a su culminación en Islandia y produjo una literatura muy rica. En las sagas uno encuentra todo lo que se encuentra en la novela actual y dicho de un modo más reticente, más pudoroso y eficaz”.
“Mis incursiones en el inglés antiguo han sido absolutamente personales –concluye Georgie-, y han dejado rastros en algunos de mis poemas. Cierta vez un colega de la Universidad me llamó aparte y me dijo preocupado: ´¿Qué significa eso de publicar un poema titulado “Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona”?`. Traté de hacerle entender que el anglosajón es para mí una experiencia tan íntima como mirar una puesta de sol o enamorarse”.

Fuente : Alfil
Luis E. Altamira
luisaltamira@hotmail.com


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