domingo, 29 de julio de 2012


Públican en Iran Siete conversaciones con Borges, traducido al Persa



 “Conversations with Jorge Luis Borges” to be released

“Seven Conversations with Jorge Luis Borges” by Fernando Sorrentino, which has been rendered into Persian by Hussein Yaghoubi, is to be released by Morvarid in Iran.
IBNA: The public relations manager of Morvarid publications said: “The book holds seven interviews of Fernando Sorrentino, an Argentinian writer and anthologist, with Jorge Luis Borges about literature, politics and the author’s personal life.”

Fuente ; Iran Book News


Siete conversaciones con Jorge Luis Borges

Fernando Sorrentino 


 En la introducción, Sorrentino refiere que estas conversaciones proceden de desgrabaciones. Al final de aquéllas, el texto consta de un Apéndice en el cual el mismo Sorrentino entrevista al traductor de Borges, Norman Thomas di Giovanni.
Puede verse, el texto, como un compendio de suspicacias del Borges oral, referencias no siempre condescendientes hacia otros autores y reflexiones aforísticas, entre otras cosas.
Algunas nostalgias sobre el aljibe con tortuga en el fondo, de donde se acostumbraba a beber agua en su casa cuando niño. Otras como las atinentes al arroyo Maldonado, el cual a principios de siglo creaba al otro lado de sus márgenes barrios de prostíbulos y malevaje. Sorrentino observa que tales lugares se parecen al marco que ha puesto a su célebre cuento Hombre de la esquina rosada. Borges aclara que el lugar es en verdad más allá de Flores conforme a una premisa narrativa que lo ha guiado: la imprecisión en la topografía deja a salvaguarda de errores al escritor, porque los críticos, eventualmente, buscaran con esmero el lugar y descubrirán los errores. En una conversación posterior dirá que no le molesta olvidar circunstancias, como dice en un poema: "la noche nos libra de una de las mayores congojas: la prolijidad de lo real". De lo cual se deduce que la literatura contemporánea es en algún modo errática. Se refiere aquí a su disgusto para con la literatura psicológica; la literatura es de suyo psicológica. Esta es una de las razones por las cuales considera al siglo XIX más memorable que el siglo XX. La mirada épica sobre la literatura que él tiene no la ve en el siglo XX. Destaca escribir un cuento como se lo oye, como impresiona, y entiende la documentación como un añadido desde el cual, en todo caso, se parte. En otras palabras: nada importa al resultado el que una historia esté o no bien documentada. En todo caso no hay mayor diferencia entre una historia documentada y otra "bien" documentada. Nada existe casi, más acertado que el fenómeno de los cuentos de hadas, las leyendas, debido a que, por más que se insista, nadie nunca por sí mismo pulirá tanto (los ejemplos son Góngora, Donne) un texto, como lo hace la colectividad de boca en boca. 
El ultraísmo, dice, fue fundado, irónicamente, por Cansinos Assens; algo similar sucedió con los grupos Boedo-Florida, a este último -según su versión aquí- fue Borges inscripto cuando el se había decidido ya por el de Boedo (ya que representaba los arrabales). Girondo, para él, escribía greguerías. Entiéndase el concepto despectivo que tenía hacia ellas. Para Borges, Girondo estaba más interesado en el trabajo de las imprentas, en ver cómo trabajaban, que en la escritura. Respecto al tango, le gusta la definición de Lugones: "reptil de lupanar"; el tango era, primeramente, un baile alegre de figuras obscenas que fue "adecentado" en París y luego entristecido. Borges tiene su propia teoría respecto a su origen: justamente, los prostíbulos, donde coincidían niños bien calaveras y rufianes. También, aclara que se puede saber el origen a partir de los instrumentos: si era popular había sólo guitarras milongueras.
No le gusta el tango-canción: los primeros tangos tuvieron letras obscenas pero con fines mnemotécnicos. Le molesta la dramatización de la letra; prefiere, porque es más eficaz, la indolencia de los payadores. De las tradiciones argentinas también se refiere al truco: le parece superior al póker; este es más rápido porque fue inventado para hacerse rico. El truco hasta el 2 es uruguayo; según Borges, es más antiguo, y el que más se conoce (el ciego), sería una simplificación para aprender.
El ultraísmo comportaría un error, al menos en Argentina, por cuanto ya lo había hecho (y no sólo prefigurado) Lugones. Está noción de que la metáfora era el elemento esencial de la poesía era propiamente lugoninana. Su generación se empobreció en este aspecto; tal es el caso de Don Segundo Sombra, inconcebible sin El payador (por su estilo, metáforas e imágenes), que fue además una especie de recreación del Martín Fierro. Lo que sucedió fue que su generación eligió atacar a Lugones, en vez de, por ejemplo, a Enrique Banchs, seguramente mayor poeta. La "perfección" de Banchs hacía imposible la parodia. Al respecto, Sorrentino menciona un cuento de Nalé Roxlo "Homicidio filosófico" suerte de parodia de la escritura de Borges. Éste aprovecha para citar al propio Lugones acerca de la parodia: "género pasajero y vil", aunque con la salvedad de que puede tener alguna que otra virtud. Asimismo, Macedonio Fernández, especie de adalid de su generación agrupaba unas cuantas fallas: un abuso de neologismos, formas expresivas rebuscadas e inútiles tales como decir "belarte" en vez de "bellas artes". En este sentido, los neologismos de Xul Solar, conocido como pintor, poseían un soporte filológico, un plan. Al preguntarle por la novela Adán Buenosayres, Borges contesta que no leyó el libro porque le habían dicho que estaba él disfrazado como personaje: valga decir que, en el mencionado libro, Adán sería Marechal, Shultze, Xul Solar, y Luis Pereda el propio Borges y que en un episodio se le hace decir a Shultze-Xul que Pereda-Borges había llevado su literatura a fervores misticosurbanos (falsa mitología) y que había "capado" algunos vocablos como "soledá" debido, seguramente, a la costumbre esquiladora de sus ancestros ganaderos.
Borges completa que su relación con Marechal se fracturó debido al nacionalismo y peronismo de este último y rememora una charla en la que este le dijo, sin escándalos, que no le interesaba su obra. Borges cuenta que no conoce la prosa de Marechal pero sí sus versos y que le parecen buenos, "diestros".
Para Borges, Don Segundo Sombra es una elegía, y eso proviene de que Güiraldes no se había criado, a diferencia por ejemplo de Amorin, entre gauchos y que Don Segundo Sombra no sabe nada porque Güiraldes no lo sabía. Borges no cree que hay un idioma de los argentinos: los regionalismos se olvidan, se borran.  Por ello recuerda la broma que había hecho Arlt cuando lo acusaba, entre otros, González Tuñón, de ignorar el lunfardo: lo que Arlt dijo fue que donde él se crió no pudo estudiar eso que era un invento de saineteros y tangueros. A propósito, Sorrentino recuerda que Borges aplicó lo que había dicho en "Arte de injuriar" al texto que escribió sobre Américo Castro. Borges cuenta que cuando se encontró con Castro cierta vez ambos se reconocieron en error; para Borges había algo profético en Castro, éste sintió que el culto de lo vulgar terminaría en algo malo (para Borges, el peronismo). De hecho, Sarmiento ya había hecho notar que el lenguaje de los poetas gauchescos era más bárbaro que el de los gauchos mismos.
A propósito de los gauchos, Borges cree que los de Estanislao del Campo y Ascasubi son más ciertos que los de Hernández, porque Martín Fierro se tiene lástima. Deplora el sentimentalismo de Martín Fierro.
Con respecto a los poetas de España, Borges dice que la decadencia ya figura en Quevedo, y que Fray Luis de León, contemporáneo suyo, era mejor persona que Quevedo. Además, Quevedo era ignorante de muchas cosas: no entendió su época, América -cuando Montesquieu dijo que los indios eran asunto principal-, tampoco entendió el protestantismo. El poema del Cid carece de imaginación, es pesado. De Calderón dice que es un invento de los alemanes: no es metafísico, sino teológico en La vida es sueño, a diferencia de Shakespeare. Lo que se debe entender aquí es que Shakespeare ve la vida en la misma línea que el sueño.
Volviendo a Argentina recuerda a Groussac cuando le preguntaron qué estaba haciendo y el contestó: "qué podía estar haciendo en un país en que Lugones era helenista". En esa misma entrevista, cuando, le preguntaron a Groussac por Larreta -habiendo mencionado la obra de Hugo-, había dicho: "¿pero también vamos a hablar de literatura?".
Borges recuerda cuando escribía junto a Bioy. Silvina (Ocampo), esposa de Bioy, ponía discos de Brahms, los cuales les infundían más fervor que Wagner o Debussy. Borges recuerda la sentencia de Walter Pater ("todas las artes tienden a la música") porque en ella fondo y forma son lo mismo.
Respecto al fútbol dice, al paso, que para interesar realmente el fútbol no debiera importar quien gana o pierde.
Borges no está de acuerdo con lo que dice Tuñón de él: que abandonó el estilo y temas de sus tres primeros libros, no está de acuerdo porque los considera borradores.
Respecto a Shakespeare, le parece un artífice verbal (más cerca de Joyce). Alguien dijo que Shakespeare era intraducible al español y Borges agregó que también lo era al inglés. Pero aquí Borges se contradice y pide palinodia -tal vez porque le recuerdan las traducciones de Mujica Láinez-. "El matadero" de Echeverría se parece, dice, al poema "La refalosa" de Ascasubi. Cuando se habla del tiempo de Rosas se está citando a Mármol, incluso los detractores de Mármol. Por ello, Borges rescata el libro Rosas y su tiempo de Ramos Mejía, que le parece más fiel. De Queiroz le parece mejor que Galdós, Pereda y Valera a pesar de la fuerte influencia de Flaubert.
Con respecto a Banchs, refiere que se sintió defraudado en el diálogo. Borges le habló de un ejemplar de La urna que tenía y atesoraba, y Banchs, por ello, "lo castigó" hablándole -con curiosa precisión-, durante todo un almuerzo, sobre el destrozo que causan las hormigas. Al parecer no quería que se hablara de lo que escribía. Siendo miembro de la Academia de Letras, era muy protocolar, recordaba de memoria, por ejemplo, el reglamento.
A Nalé Roxlo lo ve como un discípulo del Lugones menor. Rabelais, le parece aburrido, procede por acumulación, por la exhibición de sinónimos. A propósito de lo lingüístico, Borges recuerda que Selpa, un boxeador, lo llamó una vez José Luis Borges, errata que atenuó el sonido "orge" de lo cual concluye que las erratas suelen decir la verdad.
La versión fílmica de Martín Fierro no le gusta, le parece una comedia musical: se oye la guitarra todo el tiempo lo cual es poco fiel; el libro es gris, el film lleno de colores; y las descripciones de la llanura no corresponden a la idiosincrasia del gaucho. Tampoco está de acuerdo con la versión de "Emma Zunz" de Torre Nilsson porque la misma tiene una historia sentimental que puede contradecir la historia. Volviendo a Banchs, el libro La urna le parece intemporal, que cualquier época le vale. Borges repite un cliché en él que, valga decir, es bastante agudo: las opiniones son lo más superficial de las personas. Acerca de la novelas de Cortázar tiene para decir que manifiestan una suerte de extenuación de la inversión del orden cronológico que ya está prefigurado en el policial.
Se contenta con unos cursos que dictó en Texas y Harvard sobre poesía latinoamericana y Lugones porque sabe que están en la memoria de algunos de aquellos estudiantes versos del poema "Luz de provincia" de Mastronardi. Éste, le parece homo unius libri (hombre de un sólo libro). Cuando Borges escribió un prólogo a las obras de Martínez Estrada, le llamó "el primer poeta argentino" por lo cual Estrada se ofendió porque pensó que se desconsideraba su prosa. Borges afirma que Estrada se ofendía fácilmente, que era un hombre con el cual había que precaverse.
En los años de Perón, que fueron para él bastante dolorosos, le tocó un detective que lo seguía a todas partes y con el que se divirtió, según dice, haciéndolo caminar. Cierta vez hablaron y el detective le dijo que era antiperonista, que sólo hacía su trabajo. Y Borges le dijo que no conspiraba y que prometía no comprometerlo. Como es aguda la frase antes referida sobre las opiniones de los autores, lo es ésta: para Borges una forma de gobierno no es una panacea por cuanto sigue teniendo los mismos individuos. Así, el peronista es usado por el comunista.
El revisionismo histórico se propone algo que, de alguna manera falla por sus principios: revisar tales hechos para llegar a una conclusión que ya se tenía. A propósito recuerda a Elliot cuando dice: "Por el conocer se perdió la sabiduría, por la información, el conocimiento". El más claro ejemplo de esto le parece Alemania, país que constaba con información y conocimiento y sin embargo se dejó engañar por Hitler. Destaca una diferencia de los argentinos con los alemanes: en Argentina no se cree en las jerarquías, ellas se atribuyen al azar. Recuerda aquí la frase de un inglés: "nada fracasa tanto como el éxito".
Salvo por el Arthur Gordon Pym, los cuentos de Poe adolecen de truculencia. La truculencia es un énfasis. Comenta que durante mucho tiempo se le atribuyó la traducción de La metamorfosis, él prueba que no fue así porque le hubiera llamado entonces "La transformación". El hecho de no conocer el griego, por ejemplo, comporta para él una pobreza que lo enriquece porque le ha dado la posibilidad de leer la Odisea en varias versiones. Algo semejante refiere de la Comedia de Dante: por cómo ha sido anotada se puede leer sin saber italiano.
A propósito de Dante, se recuerda que este eligió para cada uno de los pecados un personaje conocido (italianos mayormente): Borges dice que la idea de premios y castigos es una idea que no ha entendido nunca.
La imaginación de Verne era más tímida que la de Wells. Le escandalizaban las invenciones de éste último. Horacio Quiroga no le gusta, dice, porque usa palabras que hacen que no se crea lo que cuenta. Hay un descuido en él como lo hay en Arlt, salvo que éste tiene más fuerza (una fuerza desagradable). El humorismo escrito le parece un error. El humorismo surge del diálogo; en Macedonio estaba bien en el diálogo, no así en sus textos. No obstante dice que siempre vuelve a Macedonio y recuerda una de sus frases: "los historiadores, tan conocedores del pasado como nosotros del presente". También recuerda a Groussac y de él la frase: "ser famoso en Sudamérica no es dejar de ser un desconocido".
La particularidad de la escritura de Borges puede alumbrarse un poco con esta anécdota: él siempre quiso escribir en español antiguo primero, y luego en el del siglo XVII, el de escritores que a su vez querían escribir a la manera de Séneca (latín), pero al cabo de su vida propone la frase de Moore: "escribir en un estilo casi anónimo". Esto se muestra en la última versión del Borges oral que dice que se ha curado de Quevedo, escritor que le parece "demasiado consciente de lo que hace". Por lo cual ahora le parece superior Góngora (aunque sus Soledades le sepan a una especie de perversión literaria). A propósito, salva a Azorín: Azorín tiene virtudes sólo negativas, v. gr.: eludió el énfasis propiamente español. Como a Cansinos, le parece que el mejor de los Machado es Manuel. Lorca el es puramente verbal, incapaz de pasión. Jiménez empezó escribiendo bien pero al final escribía lo que se le ocurría. Por todo lo cual dice que la literatura argentina contemporánea es mejor que la española. Reyes es superior a Ortega, el cual incurrió en cursilerías y pedanterías. Reyes tenía gracia, levedad y la capacidad de encontrar la cita oportuna. Sorrentino le opone que "Un modelo para la muerte" es más ilegible que Góngora. Según Borges a eso se lo marcó Néstor Ibarra, que había un desfase en el humor y el policial; para Borges el argumento no está mal, aunque sí sepultado.
De Sábato sólo leyó Uno y el Universo que le gustó. Las novelas no las conoce (las novelas desaparecerán).
Sobre "argentinidad" dice que no puede definirse el argentino, su procedencia se remonta a diversos linajes. Ser argentino es un acto de fe.
Hemingway no le gusta. Le parece que hay algo malo en él. Le interesaban la crueldad y la brutalidad lo que atribuye a que pasó su vida entre gángsters, toreros y boxeadores. Los personajes de James le parecen menos mecánicos que los de Kafka. Conrad y Kipling habrían demostrado que una long short story contiene todo lo que requiere una novela, género en el cual se nota lo sucesivo y los ripios.
Sorrentino le pregunta qué libro elegiría si quedara abandonado en una isla; cuenta que Chesterton respondió a esa pregunta "El arte de hacer botes", pero que él elegiría la Historia de la filosofía occidental de Bertrand Russell. La imagen que dejó Goethe es superior a la de Dante porque aquel invitaba a interesarse en todas las culturas. Almafuerte, dice, ha escrito los mejores y peores versos, escribió por ejemplo: "y como buen genial, contradictorio". Aprovecha para criticar la traducción de Whitman por León Felipe: aquel tenía versos largos y León Felipe usa el verso corto. De la generación del 80, rescata a Eduardo Wilde, por ser el más diferente de todos. Aconseja, asimismo, estudiar los clásicos en traducciones porque con ello se evita lo accidental. Sorrentino le pregunta por Marco Denevi al que Borges no conoce aunque cree que es bueno. Sorrentino entonces improvisa el resumen de "El maestro traicionado" de Denevi; Borges dice que tenía una idea parecida a la de esa obra: la idea de que Jesús, sabiendo que iba ser traicionado, quería que sus dichos al respecto en la última cena fueran interpretados como una orden.

Como referimos, el apéndice es una entrevista al conocido traductor de Borges, di Giovanni, que explica las pautas de su traducción. En principio observa que, cuando traduce, Borges funciona como colaborador. En lo que respecta a la prosa, primeramente di Giovanni hace un borrador que muestra a Borges; le lee el borrador y el original a Borges. Éste ayuda reescribirlo tratando insistentemente de hacerlo más directo. A partir de allí, di Giovanni se lleva ese trabajo y busca reescribirlo en lo que el considera "el mejor estilo inglés". Vuelve con ello nuevamente a Borges, y este procede a agregarle algo que no existía en la versión original.
Con respecto a la poesía, di Giovanni dice que traduce un cuarto, el resto lo encarga a los que considera los mejores poetas norteamericanos. En principio, hacen con Borges versiones puramente literales, las cuales di Giovanni lleva a los traductores para por fin volver a mostrárselas a Borges. Para di Giovanni resulta fácil traducirlo por su prosa "bien escrita" y por su estructura similar a la frase inglesa. Ambos comparten la idea de que la traducción literal corrompe el ritmo (en español, abundan palabras más largas). Con respecto a los argentinismos, para di Giovanni no hay mayor problema en tanto que existen cuasi equivalentes en la lengua americana. Pese a que Borges no le guste el gerundio di Giovanni alega que es común en el inglés. La "brusquedad" que caracteriza los párrafos de Borges, di Giovanni, supone mejorarla agregando algún que otro nexo como "but" o "howevers". Borges acepta este criterio de su traductor apoyándose en la cláusula según la cual "entre la razón y el ritmo, elijo el ritmo".
Si se encuentran con "intraducibles" se procede a aclararlos mediante el uso de una o más palabras. En lo que no está del todo de acuerdo di Giovanni es en la insistencia de Borges con simplificar sus textos hasta el argumento. Es por esto que di Giovanni no cree que Borges diga la verdad cuando afirma que "La intrusa" es su mejor cuento.

Fuente : Cultivox


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